Revolución en el packaging de destilados: cómo la estrategia digital os llama

Revolución en el packaging de destilados: desde la botella hasta los servidores, descubre cómo reducir tu huella de carbono con una estrategia digital coherente, ética y sostenible que conecta lo físico y lo digital.

VEILLE ECONOMIQUE

Lydie GOYENETCHE

10/2/20249 min leer

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De la botella al servidor: repensar la huella de carbono en tiempos de transición

En un mundo donde los compromisos ecológicos ya no son diferenciales, sino requisitos mínimos, las empresas que aspiran a perdurar deben adoptar una visión más profunda y estructural de su impacto. La huella de carbono –ese indicador cada vez más escrutado por consumidores, socios, e instituciones– ya no se limita al transporte o al proceso de fabricación. Hoy en día, se expande como una red invisible que atraviesa todos los niveles de la actividad empresarial: desde el packaging físico hasta la trazabilidad digital, desde la selección de materiales hasta el uso de servidores, desde la prospección comercial hasta la arquitectura del sitio web.

En el sector de los productos destilados y los bienes de consumo premium, la huella de carbono ha comenzado a medirse desde el envase. Escoger vidrio reciclado, eliminar plásticos de un solo uso, reducir el peso de la botella o favorecer materiales locales no es solo una decisión estética o logística: es una declaración. El packaging sostenible se convierte así en un reflejo concreto de la responsabilidad asumida por la marca. Pero este gesto, por visible que sea, no basta si no está acompañado por una estrategia global que abarque todos los puntos de contacto con el cliente.

Es aquí donde entran en juego sectores como la fintech. Aunque su producto no sea físico, su impacto es real y cuantificable. ¿Cuántos correos automáticos se envían cada mes? ¿Qué huella energética dejan las búsquedas internas, las páginas de scoring, los sistemas de recomendación? ¿Qué tan optimizados están sus centros de datos, sus procesos de onboarding digital, sus campañas de adquisición? En un entorno donde el volumen digital ha sustituido al stock físico, la huella de carbono se ha desplazado al back-end, allí donde nadie la ve... pero todos la sufren.

Hablar de sostenibilidad sin hablar de webmarketing es, hoy, una incoherencia. Porque cada clic tiene un costo energético. Porque cada recurso mal empleado –una campaña mal segmentada, una landing page sobrediseñada, un contenido duplicado– representa una huella adicional. Y porque cada acción de marketing digital puede ser una oportunidad para reducir, optimizar y hacer mejor.

Desde esta perspectiva, repensar la huella de carbono no es simplemente medir. Es diseñar estrategias comerciales que reduzcan el impacto sin renunciar al rendimiento. Es asumir que la sostenibilidad no es un relato, sino una arquitectura operativa. Es construir un ecosistema donde el packaging, los servidores, los procesos de prospección y los contenidos trabajen juntos para generar valor… sin agotar el entorno.

Este artículo propone precisamente eso: salir del enfoque parcial y construir una visión integrada de la huella de carbono, que conecte lo tangible con lo digital, lo local con lo global, lo ético con lo rentable.

Una mirada desde Alicante: el alma del vino, el peso del envase

En las tierras soleadas de Alicante, donde el Monastrell madura lentamente bajo el calor del levante y el Moscatel se impregna de brisas mediterráneas, el vino no es solo una bebida: es un acto de transmisión. Transmisión de saberes, de paisajes, de memorias. Cada botella guarda una parte del tiempo y de la tierra. Sin embargo, esa misma botella –cuando pesa más de 600 gramos vacía y se transporta por miles en camiones de largo recorrido– se convierte también en un vector de huella ecológica.

Según la Asociación Española de Fabricantes de Envases de Vidrio (ANFEVI), más del 50 % del vino producido en la Comunidad Valenciana se embotella en vidrio convencional, con un impactante coste en CO₂ por kilo transportado. En un contexto donde las emisiones asociadas al packaging representan hasta un 35 % del total de la huella de carbono de una bodega exportadora, la necesidad de cambio se vuelve urgente.

Algunas cooperativas de La Marina Alta y del Vinalopó están explorando soluciones: reducción del gramaje de las botellas, uso de vidrio reciclado postconsumo, o migración hacia formatos alternativos como el bag-in-box o el cartón laminado. Empresas como Estal Packaging en Cataluña, Grupo La Plana en Castellón o Envases Rambleños en Andalucía oriental están ya colaborando con bodegas del arco mediterráneo para diseñar envases más ligeros, reciclables y compatibles con el comercio electrónico.

Pero la verdadera transformación no se limita al cambio de material. Lo que está en juego es una nueva forma de contar el vino: no solo desde la autenticidad de su origen, sino desde la coherencia entre lo que ofrecemos y cómo lo entregamos.. Un Monastrell de guarda que viaja en un envase responsable cuenta una historia completa. Una Moscatel de vendimia tardía que llega a Europa en cartón microcanal certificado FSC prolonga la générosité del viñedo más allá del sabor.

Alicante nos recuerda que toda transmisión auténtica pasa por el cuidado de lo que la transporta. Y en el siglo XXI, eso incluye también el carbono que dejamos atrás con cada elección logística.

Madrid y la huella invisible: cuando la fintech multiplica su impacto sin saberlo

En el corazón de Madrid, centro neurálgico del desarrollo fintech en la península ibérica, los edificios acristalados de Azca y las oficinas de nuevas startups tecnológicas laten al ritmo de los dashboards, los KPIs y la captación de clientes. En este ecosistema, empresas como Arvato CRM Solutions, que prestan servicios de automatización, gestión de datos y customer experience, han entendido desde hace años que la sostenibilidad no se reduce a la trazabilidad del producto físico: también se juega en el plano digital.

Lo que muchas startups o scaleups fintech aún ignoran es el peso real de su huella de carbono. Cada desplazamiento a ferias, cada viaje a eventos como el South Summit o el Mobile World Congress, cada roadshow o desayuno comercial en Paseo de la Castellana, deja una huella física significativa. Según la ADEME (Agencia Francesa del Medio Ambiente), un viaje de negocios de 500 km emite una media de 100 kg de CO₂ por persona. Multiplicado por decenas de encuentros anuales, el coste ambiental se dispara.

Y esto no es nada comparado con lo que ocurre tras bambalinas. Los data centers que alimentan el scoring bancario, el CRM de campañas automatizadas, los AB tests o el back office de onboarding generan una huella digital constante. A mayor número de usuarios, mayor carga de servidores. A mayor personalización, más scripts, más cookies, más cálculos. Según The Shift Project, el consumo energético del sector digital crece un 9 % anual, superando incluso el crecimiento del tráfico aéreo antes de la pandemia.

Las páginas web, en muchos casos, tampoco ayudan. Animaciones pesadas, vídeos autolanzados, carrousels en alta definición, plugins de tracking externos: todo ello ralentiza el sitio y multiplica el consumo energético, especialmente cuando no se optimizan recursos. Incluso el netlinking mal gestionado, es decir, la creación de enlaces en sitios sin afinidad real ni stratégie ROI, genera una multiplicación de rastreos, pings y cargas de páginas innecesarias.

Frente a este panorama, algunas empresas están tomando decisiones. Cloudflare, por ejemplo, permite reducir la carga de los servidores con soluciones CDN (Content Delivery Network) que distribuyen los datos más cerca del usuario, mejorando la latencia y reduciendo el número de solicitudes largas. Otras optan por green hosting, como Webempresa o Dinahosting en España, que utilizan energías 100 % renovables y centros de datos con refrigeración optimizada.

En la misma línea, se pueden reducir impactos evitando duplicaciones de scripts, simplificando el diseño de las landings, utilizando formatos de imagen comprimidos como WebP, y adoptando una estrategia SEO duradera, que minimice el rebote y optimice la indexación.

En definitiva, en el corazón digital de Madrid, las fintech no pueden permitirse una huella invisible pero creciente. Si el modelo de negocio se basa en lo digital, entonces también debe integrar una estrategia de sostenibilidad digital activa, que incluya la medición real de su impacto, la revisión de sus herramientas, y la selección de socios responsables.

Ética, carbono y vínculos: repensar el netlinking en la era post-Gemini

La carrera por aparecer en los primeros resultados de búsqueda ha llevado a muchas empresas, incluso dentro del sector de la economía social o la sostenibilidad, a recurrir a redes de enlaces artificiales —los llamados PBN (Private Blog Networks)— para mejorar su posicionamiento SEO. A corto plazo, esta estrategia puede parecer eficaz. Pero en el contexto actual, su uso masivo plantea cuestiones éticas, ecológicas y estratégicas de fondo.

Desde la actualización de Google de marzo de 2024, y con la integración progresiva de Gemini como motor de respuesta basado en IA, los algoritmos ya no se limitan a rastrear enlaces y palabras clave. Analizan contexto sémantico, pertinencia temática, frescura real del contenido y signals humanos como el tiempo de lectura, la interacción y el impacto social. El uso de PBN sin coherencia editorial ni lógica sectorial se penaliza más que nunca.

Además, hay un coste ambiental asociado a estas prácticas. Según un estudio del grupo Green Web Foundation, cada 100 000 páginas web activas generan alrededor de 600 kg de CO₂ al año solo por su mantenimiento técnico (crawl, actualización de DNS, generación de logs). Si una marca despliega o compra enlaces en decenas de blogs sin tráfico real, con servidores de baja eficiencia y contenidos generados por IA sin supervisión humana, está contribuyendo a una contaminación digital estructural.

A nivel social y económico, muchos redactores freelance precarizados se ven empujados a escribir artículos superficiales o duplicados para alimentar estas redes, con tarifas tan bajas como 3 € por artículo en ciertas plataformas hispanohablantes. El resultado: una infoxicación digital que degrada la calidad global del web hispano, desvía los budgets del contenido útil y debilita la confianza del usuario final.

Frente a esto, emergen alternativas sostenibles: crear contenido de fondo con valor añadido, generar backlinks desde medios alineados con los valores de la marca, y apostar por la calidad relacional en vez de la cantidad mecánica. Un solo enlace desde un medio sectorial bien posicionado puede tener más valor —y menos impacto— que cien enlaces de bajo perfil. Y cuando se usan herramientas de IA, como ChatGPT o Gemini, es clave priorizar la revisión humana, el enfoque editorial coherente y el respeto al lector.

Foros, backlinks y mercado cerrado: cuando el acceso ético choca con los intereses comerciales

En teoría, los foros digitales y espacios colaborativos deberían ser una oportunidad: lugares donde compartir conocimiento, tejer vínculos reales, ganar visibilidad sin recurrir a campañas publicitarias intensivas ni desplazamientos comerciales que aumenten la huella de carbono. En un mundo ideal, participar en foros sectoriales sería una forma limpia y honesta de construir presencia digital, respondiendo con generosidad a necesidades concretas de quienes buscan orientación en marketing, estrategia o digitalización.

Pero en la práctica, estos espacios están cada vez más controlados por agencias digitales, consultoras o clústeres que funcionan como sistemas cerrados. Muchos de ellos se presentan como “comunidades abiertas”, pero restringen el derecho de plabra: En función de un criterio comercial —membresía, partenariado o compra de espacio—, el conocimiento libre se transforma en “contenido premium” y la posibilidad de intervenir como profesional independiente se convierte en un lujo no autorizado.

Para un consultor o una microempresa comprometida con una visión ética del marketing digital, esto supone una triple barrera:

  1. No hay visibilidad orgánica sin pagar por ella.

  2. No hay legitimidad sin formar parte de redes dominadas por intereses comerciales.

  3. No hay diálogo real si la comunidad está diseñada como escaparate de agencia.

Además, esto contribuye a una forma de segmentación excluyente del saber: mientras quienes necesitan consejo –comerciantes, artesanos, pequeños industriales, responsables de asociaciones locales– buscan respuestas claras y adaptadas, los únicos contenidos disponibles están filtrados por el SEO de plataformas que priorizan el lead sobre la utilidad.

Desde una perspectiva ecológica, esta estructura cerrada es aún más contradictoria: muchos redes profesionales exigen presencia real (salones, pitchs, afterworks), cuando precisamente el marketing de contenido sostenible puede ofrecer visibilidad, relevancia y generación de confianza… sin necesidad de desplazarse ni consumir recursos logísticos.

Frente a este sistema, vale la pena defender otra lógica: la de una palabra libre, experta, publicada con cuidado, que pueda ser encontrada por quienes la necesitan sin intermediarios opacos. Una palabra que no se construye desde la captación, sino desde la transmisión. Porque si el marketing digital aspira a ser ético, debe empezar por permitir a todos los actores aportar valor sin estar obligados a monetizar cada intervención.

En este nuevo escenario, el reto no es técnico: es político y cultural. Abrir el juego, dejar espacio a la inteligencia no encapsulada en agencias, valorar la pluralidad de enfoques y devolver al contenido su sentido original: ser un puente entre quien sabe y quien busca.

En tiempos de algoritmos cada vez más inteligentes y usuarios cada vez más exigentes, el netlinking ético ya no es una opción: es un compromiso. No solo con Google, sino con el planeta, con las personas, y con la credibilidad que construimos en cada palabra publicada.